¿A qué nadie le discute a Arteaga si sabe de reglamento o
no? Y, ¿a qué si se equivoca en una tonta ocasión, nadie le reprocha? ¡Hasta se
ríe la gente! ¿A qué si le pasa la misma situación al árbitro que arbitra en un
patio de colegio, se lo comen? ¿Cuál es la diferencia? EL NOMBRE.
Para hacerse un nombre antes hay que haberse curtido en mil
batallas, saber más que nadie del reglamento, saberse explicar cuando hace
falta, tener mano izquierda con la gente y dejarse querer:
1. Cuantos más partidos hagas, más experiencia coges en el
control de jugadas.
2. El conocimiento del reglamento da confianza para saber lo
que es justo y lo que no.
3. No es necesario ser un gran orador ni dar clases
magistrales de baloncesto. Simplemente, con tener unas pocas frases hechas para
decirlas en determinadas ocasiones sirve.
4. Tener mano izquierda no es tener que aguantar todo tipo
de protestas y acciones con tal de no castigar y llevarse bien con la gente. Es
dejar claro que no quieres que te toreen sin sancionar al infractor. Un ejemplo
es que si algún jugador te vacila, ser capaz de contestar sin llegar a faltar
al respeto dejándole en su sitio y que no sea capaz de contestarte.
5. Aceptar las críticas, ponerse en el lugar del que
protesta, ser amable, humilde y agradecido, te ayudará a mejorar no solo como
árbitro sino como persona.
Fácil, ¿verdad? Pues, no. No es nada fácil. Por eso es tan
necesario trabajarlo y solo el tiempo dirá si te mereces tener un NOMBRE.
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